Ir al contenido principal

"un dia viviendo en la calle"

El verano de mil novecientos ochenta y cinco, Enrique, un hombre adinerado, decidió a hacer un experimento con su vida, siempre tuvo todas las comodidades, ya que era hijo de un importante empresario, pero a sus cuarenta años quiso probar algo nuevo en su vida, siempre se preguntó como sería su vida sin contar con todas las comodidades que disfrutaba cada día.

Ese verano salió de la pensión con ropa usada, descalzo, con una bolsa de deporte prácticamente vacía y sin efectivo, evidentemente el conserje de la pensión se quedó sin palabras al ver la diferencia de como entro el día anterior con su traje Armani y como salió esa madrugada de la pensión dispuesto a saber que se sentía viviendo en la calle, para que nadie lo reconociera eligió una ciudad a cien kilómetros de distancia de su residencia habitual, llego el momento donde empezaría sus veinte cuatro horas como persona indigente.

Lo primero que quiso comprobar es la humanidad de las personas a la hora de prestar ayuda a su prójimo, por lo que se sentó en la puerta de un supermercado a las diez de la mañana, pasaron dos horas y solo había conseguido dos euros en pequeñas monedas, se acercaba la hora de comer y no tenía para poder alimentarse, se hicieron las dos de la tarde y después de cuatro horas pidiendo limosna apenas había conseguido tres euros.

Se dirigió a un Bar y muy amablemente le pidio un bocadillo al camarero, mientras esperaba en la barra se sentía observado por el resto de clientes, después de pagar el bocadillo pidió un vaso de agua a lo que le respondieron que no tenían agua potable, en pocas palabras que lo mejor es que se marchara porque no era bienvenido, salió de este Bar y se sentó en una avenida peatonal, mientras se comía el bocadillo aprovecho para colocar el cartel que se había preparado, empezó a valorar lo duro que es no tener nada ni a nadie que te pueda ayudar.

Se quedó dormido encima del banco de esta avenida y se despertó a las seis de la tarde, pensó que lo mejor era irse a la puerta de una iglesia, ya que era la hora de las misas, pregunto a varias personas de como llegar a la iglesia más cercana y solo una le indico, el resto le decían que no conocían ninguna y por supuesto manteniendo distancia con él, como si le fuera a contagiar una enfermedad.

Llego a la iglesia y se sentó en la entrada principal, tenía hambre, pues con un bocadillo desde las seis de la mañana que salió de la pensión donde se había alojado una noche antes y acostumbrado a comer hasta saciarse, no le dejo lo suficientemente satisfecho.

De unas cuarenta personas que entraron y salieron de la iglesia, tan solo cuatro le dieron unas monedas, sin dinero para la cena, decidió ir a pedir comida a los Bares y comprobar por el mismo la reacción de las personas cuando ven un indigente entrar por la puerta de su negocio.

Entro en seis Bares, solo uno le dio una botella de agua pequeña y un táper con sobras del menú de mediodía, el resto directamente lo invitaron a abandonar el local, así que cuando salió con comida empezó a buscar donde dormir.

Cuando iba por la calle aproximadamente a las diez de la noche se cruzó con Elías que era un indigente que llevaba más de cinco años en la calle, Elías le pregunto que de donde era, ya que nunca lo había visto por la ciudad, Enrique le dijo que recién había llegado y que venía de lejos como pretexto para no ser descubierto, le dijo a su amigo que era todo muy reciente, entonces fue cuando Elías le pregunto si tenía donde dormir, a lo que Enrique respondió que estaba buscando sitio, Elías lo invito a seguirle y le comento que si no le importaba dormir donde él pasaba las noches tenía sitio, Enrique estaba a punto de regresar a su vida de comodidades y abandonar su experiencia, pero pensó que no sería mala idea pasar más tiempo siendo pobre y saber más de su nuevo amigo.

Ambos se dirigieron a un puente del puerto de esta ciudad, bajaron abajo del puente y la imagen que se encontró Enrique le sorprendería cuanto menos, alrededor de veinte personas compartían este puente, con cartones en suelo, la mayoría, Elías sacó comida que había conseguido para cenar y Enrique hizo lo mismo, pero lo que más sorprendió a Enrique fue cuando su nuevo amigo le invito a compartir lo poco que tenía, Enrique le pregunto a Elías como había terminado en la calle, él le explicó que tenía una familia, un trabajo y un futuro, pero empezó a jugar demasiado a los juegos de azar, hasta que un día su mujer lo echo de casa, lo despidieron en el trabajo y sus hijos que ya eran mayores de dieciocho años no quisieron saber nada de él, además afirmo que los entendía porque él era el culpable de que la ruina llegara a su hogar.

A la mañana siguiente Enrique se marchó a su casa, antes que su amigo despertara con una experiencia vivida que nunca olvido, como conclusión, que no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita, que no hay muchas personas dispuestas a ayudar a las personas en situación de calle, que el que menos tiene es el que más da, que las personas juzgamos a los demás por su apariencia y que ahí delincuentes con corbata y señores con ropa sucia, a la semana siguiente se incorporó a un comedor social como voluntario, una vez por semana iba a la Cruz roja donde aportaba alimentos que compraba al por mayor para los más necesitados y un día le diría a un amigo suyo, "necesitas estar un día viviendo en la calle para darte cuenta de lo afortunado que eres por lo que tienes".
                                 
                                                                       Por Fran Marquez